domingo, 26 de febrero de 2012

Populistas, mi amor.

Acerca de la intervención de Bill Gates sobre la economía del Perú, y de cese de la ayuda internacional, ya que el país tiene un PBI per capita importante, un dichoso economista intervino clamando que el señor Gates debería venir a visitar a los de San Juan de Lurigancho, y el resto es historia. 
Ahora bien, ¿desde cuándo el PBI per capita representa realmente la riqueza distribuida de manera equitativa entre la población de un país? Nunca. Es una medida promedia que permite darse una idea de la riqueza acumulada por un país gracias a su trabajo, para hacerlo corto. 
El punto es el siguiente: pasamos el año jactándonos de lo bien que nos van las cosas económicamente, que el crecimiento del Perú tiene una tasa anual de más del 7%, que el país nunca estuvo más rico, que la gente tiene un poder de adquisición cada vez más grande (¿continúo o entendieron?), y cuando se propone, a la misma gente que sí está segura que el país es un grande entre los grandes, de considerarlo como tal, como uno que sí logró salirse del pauperismo y otras barbaridades económicas, esa misma gente, entonces, protesta, de ¿qué? ¿Cómo se puede decir algo así, que nos van a quitar el suministro de nuestra buena fortuna? 
¿Quid de la tasa de crecimiento? ¿Quid del grande entre los grandes? ¿Qué pasó? ¿Qué interés puede esta gente tener para suministrarse a la mama de la beneficencia internacional para no querer, cuando ella misma agita las cifras todo el año, que se pare la asistencia?
En verdad, si dicha gente quisiera de verdad ver a los pobres de San Juan u de otra parte tener más, usarían la riqueza (¡7% de crecimiento anual desde hace unos 4 años!) que tienen y la redistribuirían. Si ésta plata entregada por la comunidad internacional llegaba a nuestros pobres, ¿de verdad habría pobres todavía? No. ¿Dónde va dicha plata? En el fondo del bolsillo de los que protestan contra el arresto de la ayuda financiera mundial. Protestan también con fines políticas, de hecho, ya que cinco años pasan rápido y que hacerse el defensor de la viuda y el huérfano se ve muy bien. Además, que un economista, considerado como un experto en muchos medios, se pare públicamente para defender una posición así… ¿quién es populista ahora?

miércoles, 1 de febrero de 2012

Regionalismo y localización


Acabo de leer una entrada realmente interesante respecto a los regionalismos entre el español de la península y de América latina en general y en particular, en eso que cada país percibe las expresiones de los otros con un grado de aceptación diferente. Escribo esta reflexión en español ya que abordaré el punto de vista de los regionalismos de este idioma; de hecho, no me enfrenté aún al problema en francés, aunque vi varios anuncios pidiendo a francés de Québec. De repente abriré otro post respecto a ello.
            Lo que me interpeló en el blog fue esta idea de “disgusto” supuesto por parte de los lectores de America latina respecto a las traducciones hechas en España. Lo cierto es que existe un sentimiento de extrañeza al leer una traducción de Argentina o de España. Cómo lo comenté en el blog, me acuerdo en particular de la traducción de un libro de Haruki Murakami, Kafka en la orilla, que estuvo a cargo de una traductora española, y varías veces me quede extrañado. “El puesto de la electricidad” es un buen ejemplo de lo que me impactó (no tengo otro verbo). ¿Será que tradujo mal o se dice así en España? El problema es menos saber si es correcto o no que la pregunta en sí. ¿Por qué tuve que hacerme la pregunta? Porque no es común y corriente escuchar/leer esto por donde vivo.
            Se nos enseña que la traducción debe hacernos olvidar que es una traducción, debe hacernos sentir cómodo y no hacernos preguntas. Entonces, ¿Quid de la localización de la literatura? Hablamos mucho de la localización de los sitios Web, de los productos o publicidades, adaptándolos al público meta. Dicho público, el que lee literatura, no tiene otra opción que satisfacerse de las traducciones que le llegan. Aquí se siente el poco interés que tienen las editoriales para su público. En general sí se hará un esfuerzo para los Best Sellers, mas no para el resto. Sí se debe venderlos alrededor del mundo pero no se va a localizar para cada país. En esto concuerdo con Rafael Carpintero: los traductores deberían juntarse en colectivos y tratar de difundir traducciones más ‘locales’, de manera que los lectores no estén preguntándose, o al menos sintiendo que leen una traducción.
            Siempre digo que hablo peruano, ya que mi castellano es él de Perú, y no el de Colombia o de España. En la actualidad, estoy traduciendo un libro de Homéric al español. Sé que lo hago de manera que se entienda para el público peruano. No quiere decir que voy a utilizar huevadas y otras cojudeces en mi traducción, tratándose el libro de Gengis Kan y de los Mongoles, pero una de las características será por ejemplo la ausencia de vosotros, os, etc. Es una manera, en America Latina, de hacer sonar antiguada la lengua. Sin embargo, no me parece un recurso evidente en el caso de esta obra y el tuteo siendo, en el original, una característica esencial de las relaciones entre los personajes en las estepas.
            Es cierto que la traducción sigue pautas sometidas a las reglas del mercado, sobre todo la traducción literaria que tiene una importancia menor en los intereses generales mundiales. Pero ¿qué tal si nos pusiéramos a la obra y trabajemos en tal sentido?