Acabo de leer una entrada realmente interesante respecto a
los regionalismos entre el español de la península y de América latina en general
y en particular, en eso que cada país percibe las expresiones de los otros con
un grado de aceptación diferente. Escribo esta reflexión en español ya que
abordaré el punto de vista de los regionalismos de este idioma; de hecho, no me
enfrenté aún al problema en francés, aunque vi varios anuncios pidiendo a francés
de Québec. De repente abriré otro post respecto a ello.
Lo que me interpeló en el blog fue
esta idea de “disgusto” supuesto por parte de los lectores de America latina
respecto a las traducciones hechas en España. Lo cierto es que existe un
sentimiento de extrañeza al leer una traducción de Argentina o de España. Cómo
lo comenté en el blog, me acuerdo en particular de la traducción de un libro de
Haruki Murakami, Kafka en la orilla,
que estuvo a cargo de una traductora española, y varías veces me quede
extrañado. “El puesto de la electricidad” es un buen ejemplo de lo que me
impactó (no tengo otro verbo). ¿Será que tradujo mal o se dice así en España? El
problema es menos saber si es correcto o no que la pregunta en sí. ¿Por qué
tuve que hacerme la pregunta? Porque no es común y corriente escuchar/leer esto
por donde vivo.
Se nos enseña que la traducción debe
hacernos olvidar que es una traducción, debe hacernos sentir cómodo y no
hacernos preguntas. Entonces, ¿Quid de la localización de la literatura?
Hablamos mucho de la localización de los sitios Web, de los productos o
publicidades, adaptándolos al público meta. Dicho público, el que lee
literatura, no tiene otra opción que satisfacerse de las traducciones que le
llegan. Aquí se siente el poco interés que tienen las editoriales para su público.
En general sí se hará un esfuerzo para los Best
Sellers, mas no para el resto. Sí se debe venderlos alrededor del mundo
pero no se va a localizar para cada país. En esto concuerdo con Rafael
Carpintero: los traductores deberían juntarse en colectivos y tratar de difundir
traducciones más ‘locales’, de manera que los lectores no estén preguntándose,
o al menos sintiendo que leen una traducción.
Siempre digo que hablo peruano, ya que mi castellano es él de
Perú, y no el de Colombia o de España. En la actualidad, estoy traduciendo un
libro de Homéric al español. Sé que lo hago de manera que se entienda para el público
peruano. No quiere decir que voy a utilizar huevadas
y otras cojudeces en mi traducción,
tratándose el libro de Gengis Kan y de los Mongoles, pero una de las características
será por ejemplo la ausencia de vosotros,
os, etc. Es una manera, en America
Latina, de hacer sonar antiguada la lengua. Sin embargo, no me parece un
recurso evidente en el caso de esta obra y el tuteo siendo, en el original, una
característica esencial de las relaciones entre los personajes en las estepas.
Es cierto que la traducción sigue
pautas sometidas a las reglas del mercado, sobre todo la traducción literaria
que tiene una importancia menor en los intereses generales mundiales. Pero ¿qué
tal si nos pusiéramos a la obra y trabajemos en tal sentido?
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